martes, 28 de septiembre de 2021

El creyente y la vacuna, elPeriódico

viernes, 27 de noviembre de 2020

Júpiter y Saturno en el imaginario navideño, elPeriódico

Este mes de diciembre, después de cuatrocientos años, Júpiter y Saturno volverán a verse “juntos” en el poniente al atardecer. En la antigüedad, uno se asociaba con la realeza y el otro con los tiempos, así que su traslape en el cielo se podía descifrar como la llegada de un nuevo rey. Por eso, tradicionalmente, se ha especulado que la famosa “Estrella de Belén”, la que pregonó el arribo del Mesías, pudo ser precisamente una conjunción de estos astros en el cielo de la Nochebuena. En el año 7 a. C. ambos planetas se ciñeron en el firmamento y permanecieron anexos durante varios meses, más o menos el tiempo que tomaría viajar los 1,500 kilómetros entre Persia y la región de Judea. Además, Jesús de Nazaret debió nacer antes del año 4 a. C. porque el rey Herodes, el que ordenó la matanza de los inocentes, murió ese año. Pero Mateo, que es el único de los evangelios que registra el relato de la estrella y que fue escrito hasta el 80 d. C., pudo estar influido, más bien, por el fulgurante paso del cometa Halley que coincidió con la visita de una caravana de sabios de oriente a Nerón en el 66 d. C. Nadie puede asegurar cuál de estas posibilidades podría ser la correcta, si es que alguna lo es, por lo que puede tratarse más de un concepto teológico que de un registro histórico. Naturalmente, Júpiter y Saturno suelen avenirse en los cielos terrestres aproximadamente cada 20 años, pero la última vez que se abrazaron tanto como ahora fue en 1623 y no volverán a hacerlo hasta 2080. Durante la conjunción del próximo 21 de diciembre en Guatemala, quien goce de visión perfecta descubrirá ambos luceros apenas desprendidos entre sí, pero quien no, podrá admirarlos amalgamados en el cielo crepuscular evocando el evangelio: “y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo”.

miércoles, 20 de mayo de 2020

Cómo hacer más pruebas de COVID-19, elPeriódico


Una manera de evaluar más pacientes usando menos pruebas de COVID-19 es examinándolos grupalmente. Si se combinan los hisopados de varios pacientes al azar en una prueba y el resultado sale negativo entonces todos los evaluados están sanos. Si la prueba, en cambio, da positivo entonces se repite la prueba a cada paciente individualmente para encontrar a los infectados.

Si tuviéramos 10 mil sospechosos y la probabilidad de que uno esté enfermo es de ocho por ciento, podemos agruparlos en grupos de 4 pacientes, 2 mil 500 en total, y la probabilidad de que todos en un mismo grupo estén sanos es de 72 por ciento (0.92 a la cuarta potencia). Es decir que se puede esperar que solo el 28 por ciento de los grupos deba reevaluarse, 700 grupos. Reevaluar cada grupo positivo requiere de 4 pruebas, o sea 2 mil 800.

Es decir que en total se habrían usado solo 5 mil 300 pruebas para evaluar al grupo completo en lugar de 10 mil.

miércoles, 11 de diciembre de 2019

El récord de frío de diciembre de 1989 en la capital, elPeriódico


Este mes se cumple el 30 aniversario de la temperatura más baja registrada en la ciudad capital en los últimos cien años. El miércoles 27 de diciembre de 1989 el termómetro amaneció a 3.4 grados centígrados en el municipio de Guatemala, luego de varios días de temperaturas a la baja. El viento fuerte empezó el sábado 23 y pronto la temperatura en la ciudad cayó de 13 a 8 y hasta 7 °C durante las pascuas, multiplicándose inusitadamente las ventas callejeras de guantes de lana por toda la capital.

En el interior también se pudieron sentir los efectos tiritantes del frente frío. En los Cuchumatanes, los valles acumularon gruesas capas de escarcha, de más de dos pulgadas de espesor, y varios rebaños de ovejas sucumbieron ante el embate de la helada. En el Puerto San José, a 13 °C, no pocos vecinos incluso se vieron en necesidad de salir a la calle enfundados en chamarras ante la falta de costumbre y de abrigos entre los porteños. En Cobán despertaron a cero y en Zacapa a 7 °C. En el país se contabilizaron más de 40 decesos, principalmente indigentes, a causa del soplo boreal de aquella Navidad.

Ya el 15 de enero de 1956 la capital había registrado una temperatura de 4.2 grados centígrados, misma que se igualó el 27 de enero de 1988 y que había superado la marca de 5 °C de febrero de 1935. Estos récords han coincidido con el fenómeno de La Niña, que ocasionalmente empuja el aire polar desde el noroeste del continente hacia al trópico. A nivel nacional, quizás la mínima minimorum de los últimos cien años ocurrió en Quetzaltenango, donde los lugareños tanteaban el clima dejando palanganas con agua en los patios de las casas para hallarlas congeladas al día siguiente y que el 22 de enero de 1944 alcanzó los 13.4 grados centígrados bajo cero.

martes, 29 de octubre de 2019

Los 120 años del Gran Lengua, elPeriódico


Al final del Popol Vuh los tres redactores del manuscrito del siglo XVI se identifican como los “tres ch’okoj”. “Ch’okoj” es un vocablo k’iche’ que se ha empleado para referirse tanto al micoleón como a la tamandúa u oso hormiguero que habitan en las selvas del país. Ambos mamíferos, arbóreos y solitarios, se destacan precisamente por su gran lengua. Los tres contadores de historias del Popol Vuh, los gran lengua, cumplían la función de pasar la tradición oral del pueblo a las siguientes generaciones. A Miguel Ángel Asturias se le apodó coloquialmente así, el Gran Lengua, durante su carrera escribiendo historias guatemaltecas que se conocieron alrededor del mundo. Hoy recordamos el 120 aniversario de este escritor que dio gloria a “Guatemala, vestida de lluvia con ojos de cielo”.